Nunca me gustaron mucho los videojuegos, no como a mi compañero de piso David.
Cuando nos graduamos de la prepa, nos mudamos juntos, nos ejercitamos en el gimnasio todo el tiempo y salimos juntos a los clubes. No podría haber pedido un compañero mejor. Pero su adicción a los videojuegos donde pasaba horas frente al televisor comiendo cheetos y bebiendo refrescos lo convirtieron en un gordo vago.
Afortunadamente desde que David se convirtió en chica , ya no es molesto verla jugar, tal vez hasta le compré más videojuegos para que se entretenga.
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